Relatos a
medianoche, es una recopilación de relatos y microrrelatos, escritos independientemente
y reunidos para este libro. Algunos de ellos los escribí expresamente para
participar en concursos literarios.
Todos estos textos
tienen un aura de intriga, con toques inquietantes.
Una lectura
sencilla y escalofriante, donde el lector se verá envuelto en un clima, con
efecto sobrenatural.
Algunos te harán
pensar, otros… no sé…
Marcial, como cada
día pone la radio: RNE. Le gusta oír un programa muy especial y entretenido, a
pesar de que no es ávido en creer en ese tipo de cosas de las que hablan. Es un programa presentado por
Luis G. Chapinal y que emiten todos los sábados a las 23:00 horas, justo en esa
noche que le toca hacer su ronda con el taxi por la ciudad. A él le distrae ese
tipo de cosas, aunque extrañas y raras, más bien paranormales. Nunca ha creído
en fantasmas, ni vampiros, ni hombres lobo, pero… le gusta oírlas. Podría
decirse que es algo “masoquista” aunque no sufra con ello, eso sí, a veces le
da cierto resquemor o escalofríos y más cuando es de noche y la calle está
completamente sola.
Casi al final de la
jornada, recogió a una señora aparentemente mayor, de unos casi sesenta años.
Llevaba una maleta grande de carrito y le esperaba a la puerta de un portal.
― ¿Dónde la llevo?
Señora…― le dijo al tiempo que tiró de la pesada maleta para acercarla al
auto―. ¡Vaya! ¡Cómo pesa!― se quejó al casi no poder levantarla para meterla en
el maletero.
La mujer parecía
muy seca y agria de carácter, además de no tener muchas palabras de
conversación, solo le contestó lo justo y fríamente…
―A la estación de
RENFE, por favor.
El taxista conectó
el taxímetro y dirigió su auto por la silenciosa ciudad, apenas había tráfico
en ese instante y solo les acompañó la voz del locutor de radio y las
intrigantes melodías musicales que se proyectaron a través del canal.
Marcial, en un
rápido vistazo por el retrovisor central, se percató de un confuso detalle que
le hizo estremecer del pánico. Justo, la radio emitía una música muy envolvente
y casual, la sinfonía nº 5 en do menor de Beethoven, cuando comprobó que había
un nuevo pasajero al lado de la mujer. Su mirada perpleja no salía del asombro
y estaba tentado por una afanosa curiosidad por saber cómo y cuándo se había
subido al taxi, que no lo había visto.
― ¡Disculpe!―
reclamó― ¿Cuándo se subió que no lo vi?― preguntó.
― ¿Cómo dice?―
respondió ella con cara de extrañeza―. No se acuerda… hace un ratito― añadió
desconcertada.
―No… Usted no, eso
ya lo sé…― confesó― ¡Él!― le indicó con un gesto de hombros, ya que no podía
mirarle directamente al ir conduciendo―. El señor que va a su lado…― le
comunicó.
La mujer no salía
de su asombro y pensó de pronto que el chofer se había vuelto majara, ya que
ella accedió al taxi, sola.
―Usted… está mal o
¿qué?― le instó sugiriéndoselo muy confundida por su comportamiento.
Marcial creyó
volverse tonto y no entendía por qué la mujer le decía esas cosas. La sinfonía
de Beethoven le envolvió los sentidos hasta tal punto que tuvo que bajar el
volumen y secarse el sudor de la frente, ya que con los nervios de esa extraña
sensación, le manó un incomodo líquido de la piel.
― ¿Por qué
permanece callado y no me contesta?― preguntó insistente― ¿Cuándo se subió?―
añadió, mirándolo desde su postura a través del retrovisor central.
La señora estaba
incomoda y pasando un mal rato con el conductor que le había tocado, pensando
que quizás era un señor muy trastornado. Solo quería llegar cuanto antes a la
estación y perderle de vista.
De fondo en un
mínimo volumen desde la radio se oyó la voz del locutor cuando el auto se
detuvo por fin ante la estación del tren. La mujer se bajó rápida y angustiada,
pero no sin antes pagar al taxista.
― ¿Pagarán a medias
el viaje?― le preguntó él.
― ¿Cuánto es?― le
dijo alterada y mostrando preocupación. El taxista le dijo la cantidad exacta y
ella le pagó sin dilación.
Al sacar Marcial la
maleta, de pronto le dio la sensación de que pesaba menos, pero no le dio
importancia y regresó al coche. Al entrar en el habitáculo se dio cuenta de que
ese pasajero extraño seguía ahí. Mirándole con la mirada lejana, penetrante y
melancólica, más triste, como dolido o sufrido, con un tono de piel clara y
azulada. Al verle tan entristecido hasta sintió pena por él, pero sin
comprender que hacía aun en su taxi.
De pronto se subió
otro cliente que había llegado desde la estación y le pidió servicio hasta el
centro. Marcial lo aceptó y le llevó, dándose cuenta de que ese señor no había
visto al pasajero que iba sentado a su lado. Entonces, justo cuando de la radio
sonaba la banda sonora de la película de Alfred
Hitchcock: Psicosis, algo se le removió por dentro, que le hizo empalidecer
del terror. Miró de reojillo a sus pasajeros, uno; ajeno a todo y el otro en su
mundo siniestro del silencio.
Al llegar al
destino de su cliente y éste marcharse, colocó el cartel de cerrado y se volvió
para atrás para observar detenidamente su visión. El locutor expresaba unas
palabras desde su programa, algo que inquietó el alma del oyente, mientras le
escuchaba sintió su piel como se erizaba por el gran sentimiento de confusión
que le profesaba.
“…Amigos… si alguna
vez que estéis solos, sentís que os observan, que la piel se os eriza de un
cierto e inquietante escalofríos sin saber por qué… si el silencio parece que
os susurra y vuestros ojos ven algo que otros no pueden ver, sabiendo que de
verdad lo estáis viendo… sabed que quizás estáis teniendo contacto con el más
allá y os ha visitado un ente, quizás… para transmitiros un mensaje muy
especial…
Espero les haya gustado... Esto es solo una porción del pastel, ya que el libro tiene más relatos al estilo de este.
¡Feliz lectura!
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