viernes, 21 de enero de 2011

El Silencio de la Montaña, Cápitulo IV

Una brisa helada la envuelve de pronto y una especie de nieve clara y fina como espolvoreada, comienza a surgir de la nada ante sus ojos haciendo formas mientras sus ojos permanecen perplejos ante la visión. Una cara casi difusa mostrando unos huecos oscuros que señalan dos ojos asustados y una boca abierta formando una “o” que grita aterrada al tiempo que un brazo extiende su mano con ánimo de agarrarla, como si quisiese sentir el calor de su piel y así salvarse. Pide ayuda, un auxilio que no puede darle porque la forma creada de polvo de nieve se desmorona al contacto de su piel. Después se ser sorprendida con esa confusa aparición, una sombra oscura venida de pronto de la misma nada rodeada de malignidad la absorbe tragándosela y en el eco profundo de ese misterioso universo, se oye el susurro de su voz hecha grito que se apaga y se disuelve en el silencio. Elena está sobrecogida llena de una emoción consternada que provoca su llanto después de vivir esa sobrenatural aparición. Cae rendida al suelo de rodillas, motivada y angustiada sin entender realmente qué pasó.



Ha amanecido de nuevo y con el día, ella está dormida en el sofá cubierta por mantas. Al abrir los ojos siente dolor en su cabeza y malestar en el cuerpo a consecuencia de la noche pasada. Al darse cuenta de que el sol ya había entrado dentro de la cabaña, se inclina para levantarse. Al poner los pies en el suelo percibe la sensación de que ya no está sola. Camina sobre la tarima de madera con los calcetines puestos y va hacia la otra habitación. Allí, en la entreabierta puerta puede observar desde la distancia a Víctor semidesnudo sobre la cama. Su espalda y brazos descubiertos muestran su piel tersa, blanca y musculosa. Eso, le trasmite una placentera sensación que emociona sus sentidos al verlo, no quiere entender esa extraña atracción por ese confuso extraño que duerme sobre su lecho. Cuando despierta de su leve ensoñación primitiva, se vuelve sigilosamente hacia la cocina, se apoya sobre el mostrador para poder visualizar el exterior de la cabaña. Los cristales están empañados por los vapores condesados de la noche y no puede ver casi nada. Por un instante se le apetece café, pero no quiere hacer ruido. Lo único que desea es calzarse, abrigarse y salir de ese lugar. Claro que… pensándolo bien, solo él puede hacer su sueño realidad, llevarla de regreso al pueblo para poder tomar el primer tren que salga para la ciudad y regresar a casa.

Entiende que no puede negarse a ello, debe complacerla, es el guardabosque y su obligación tanto como deber es, auxiliar a los excursionistas, a los viajeros que se pierden, a la gente en general que precise de su ayuda por esos parajes.

Elena intenta no hacer nada de ruido mientras se coloca las botas, pero cuando toma el abrigo para ponérselo, siente la presencia silenciosa de Víctor a su espalda.
_ ¿No quiere un café?_ le pregunta conciso.
Ella se gira despacio y tímidamente puede disfrutar de la vista de un pecho varonil al cubrirse este mientras tanto con una bata.
_Bueno, yo… no quería hacer ruido_ dice titubeando.
_No importa, vamos, preparemos un desayuno digno_ la invita a ello.
La joven suelta el abrigo sintiéndose atrapada con ese misterioso hombre que pasó al parecer la noche en la intemperie. No sabe cómo pedirle explicaciones sobre ello, ni tampoco cómo reaccionará al oír la insinuación de que oculta algo.
_Me gustaría ir al pueblo, quiero volver a casa_ confiesa ella.
_Bien_ añade él_. Cuando coma algo iremos hasta su cabaña y recoge sus cosas.
Elena percibe de pronto cierta elasticidad de confusa tranquilidad, para acceder a su petición. Todo parece estar en calma y serenidad. Comparten una ligera sonrisa forzada, marcada en la comisura de los labios, aunque el ambiente es extraño y puede captar un aire de desconfianza después de lo sucedido en la noche.
Han salido al exterior, hay muchísima nieve y Víctor la conduce al cobertizo. En él, le muestra una moto-nieve.
_Bueno, cuando quiera nos vamos_ le dice.
_ ¡¿Ahí?!_ comenta quejicosa.
_Claro, ¿dónde si no?
_ ¿No tienes coche?
_ ¿Dónde crees que estas?_ le dice sorprendido_. Mira a tu alrededor, solo hay nieve, ¿qué coche puede rodar ahí?
_Pero… y, ¿mis cosas? ¿Cómo las llevo?_ muestra nerviosismo.
_Coges lo necesario en una mochila y cuando la nieve se derrita allá por el mes de Marzo, regresas a por el resto de cosas_ expone tan drástico.
_ ¿Cómo?_ contesta con asombro y poco convencida.
_No hay de otra_ responde seco_. Es eso, o quedarse en su cabaña.
Por un momento se queda pensando, ella solo desea salir de ese lugar de locos.
_Bueno, está bien, acompáñeme a mi cabaña a recoger las cosas más importantes y después me acerca al pueblo.
_Yo solo puedo dejarla en el camino cerca a la carretera principal, más no puedo seguir.
Ella gesticula mostrando rareza sin entender su postura y su negativa, pero en ese instante no dice más nada.
La moto se pone en marcha y ella lo abraza detrás pegada a su cuerpo y sintiendo el rugido del motor que retumba por todo el bosque. En un breve tiempo están frente a la cabaña de ella.
_Vale, espere que coja mis cosas_ le indica ella convencida.
Víctor espera subido en su moto cuando al poco tiempo sale ella preparada para la marcha. Observa como cierra con llave la puerta de la cabaña y como se dispone a subirse tras él.
_ ¿Cuánto hay hasta el pueblo desde ese camino?_ pregunta curiosa.
_Varios kilómetros y a pie…
_ ¿Algún coche podrá llevarme? Digo yo.
_No.
No le está gustando como se desarrollan los acontecimientos y eso le asusta un poco.
_ ¿Cómo voy air andando hasta el pueblo?_ pregunta con dureza.
Víctor se encoge de hombros más no puede contener la furia de saber que ella pueda estar en peligro, en un callejón sin salida.
_ ¡POR QUÉ VINO! No lo entiendo_ dice de pronto_. No se da cuenta de dónde está. Mire a su alrededor, todo está lleno de nieve y hay para rato.
_No puedo seguir ni un instante más aquí, en este lugar de locos.
_Si lo sabía, para qué vino, para qué arriesgarse a venir_ le recrimina como ofendido_. No lo entiendo.
Ella comienza a percibir lo que ya presentía pero que no quería aceptar. Víctor sabe más de lo que muestra. No se atreve a preguntar… ¿dónde estuvo toda la noche? Siente el cuerpo temblar y no puede quitarse de la cabeza la visión de ese “ente” que le pedía auxilio. Y cómo aquella cosa negra y maligna se lo tragaba. Pudo sentir el escalofrió y el temor que desprendía ese halo negro cuando absorbió al otro ser blanco formado de nieve en polvo.
_ No sé por qué vine. Fue un impulso, una intención desprevenida. No suelo creer en cosas ni hechos paranormales. Soy escritora y vivo de ello, de escribir, de inventar precisamente historias que son meras fantasías.
_Ahora entiendo, quería tener una buena historia que contar, ¿verdad?
Ambos comparten la mirada, pero no la verdad.
_ ¡No! No pensaba en ello, ya le digo que no creo y solo quería desconectar de la rutina, estar tranquila, nada más.
_Sí, será mejor que se vaya, no sé qué pinta aquí. ¡Nada!_ le alza la voz.
Pronto siente el tirón del motor y provoca que se agarre con fuerza a él, sintiendo el calor de su cuerpo penetrando en sus sentidos. No comprende qué le sucede con ese desconocido. Solo sabe que su deseo se hace cada vez más irresistible.
Siente el deslizar de la moto que corre a gran velocidad sorteando los obstáculos por la montaña. Está completamente asustada sintiendo la rabia del hombre al que abraza, como si su marcha le importara bastante.
Al llegar al final del trayecto sufre el racheo hacia un lado frenando en seco.
_Ya hemos llegado_ dice fríamente.
Elena se baja algo turbada por el trayecto mirando a su alrededor comprobando que todo el paisaje parece el mismo. No puede reconocer nada y es consciente de que puede perderse sola.
_Y, ¿dónde está la carretera?_ pregunta abrumada.
_Aquel poste tiene un cartel indicativo hacia abajo, ese es el camino que debe seguir, pero como está
tapado con la nieve… no puede verse bien.
Ella solo puede ver nieve y más nieve. Los árboles que bordean la carretera son aparentemente iguales, repetidos.
_Entonces, ¿no pasa nadie?_ dice preocupada.
_Con la tormenta de anoche la carretera está cortada al tráfico, es un puerto de montaña y en varias semanas no volverá la normalidad_ le comunica con tono pesimista.
_Pero, con la moto si podrías…_ comienza diciendo, pero no puede terminar la frase.
_Ya le he dicho que no puedo salir de esta zona_ confiesa. Penetra sus pupilas en la mirada de ella haciéndola estremecer, sintiendo casi un escalofrío.
Vuelve a observar el entorno dando una hojeada, en el interior de su alma sabe que no puede caminar sola por esa carretera, puede perderse, confundir la trayectoria y más si nieva de nuevo.
_No, no puedo…_ no puede terminar la frase.
_ ¡Decídase de una vez!_ le indica en tono seco y frío_ Ó se queda o se va_ añade drástico.
Elena por un instante toma aire y traga nudo volviéndose a subir en la moto con decisión.
_Volvamos entonces a la cabaña, por favor_ expresa con voz algo desalentada.
Víctor pone en movimiento la moto y acelera racheando y levantando polvo de nieve a su alrededor. Mientras regresan, ella ha podido darse cuenta de que les persiguen por entre los árboles la manada de lobos negros, esos que le atacaron y les pareció tan grandes para ser lobos corrientes.
Se ha puesto nerviosa e indica a Víctor sobre la presencia de estos.
_Son esos lobos otra vez…_ expresa ella con voz entrecortada por el frio.
Entonces el joven hace repechar la moto por otro sendero esquivando obstáculos, cuando la previene diciéndole: ¡¡Agárrate bien!! Justo en ese momento parecen volar por el aire unos instantes antes de volver a tocar tierra firme.
Los lobos salen por otra entrante y uno de ellos salta apresurado para rozar una pierna de la joven que grita asustada, viendo sucesivamente como el canino cae sobre la nieve dando varias vueltas de campana al esquivarlo la moto.
No puede entender por qué la han tomado con ella, está sorprendida y asustada al mismo tiempo. Grita a cada movimiento cuando son casi alcanzados por los animales salvajes que intentan darles caza de cualquier forma.
Por fin pueden llegar a la cabaña de Víctor, donde se refugian encerrándose dentro de ella.
Ella está desalentada por la confusa persecución, intentando calmarse, pero no puede. Los nervios los tiene a flor de piel y no puede dejar de pensar en el por qué quieren esos lobos comérsela.
_¡¡MALDITAS SOMBRAS NEGRAS!!_ le oye mascullar entre dientes a Víctor. Al sentirlo decir eso pone cara de asombro y circunstancia.
_ ¿Por qué vino?_ le dice de pronto_ ¡Por qué!_ añade como enfadado_ Está bastante claro que la quieren a usted.
_ ¿Usted?_ repite ella_ Me hablas de pronto de usted_ añade sorprendida.
En el exterior los lobos no dejan de aullar alrededor de la casa. Los oye aterrada sintiendo miedo en su interior, protegiéndose a su espalda como si eso solucionara su pánico. Él, asegura puerta y ventanas, mientras le regala una mirada de disconformidad y enfado.
_Me dijo que no había lobos_ le recrimina ella.
_Y…
_ ¿Qué más no me dijo? ¿Eh?_ le pregunta con indignación.
_ ¿Qué quiere decir con eso?
_Anoche…_ le dice_ Por ejemplo, ¿dónde estuvo? Nevaba, hacia viento, no creo que fuese el momento de dar un paseo nocturno_ añade persuasiva.
_Estuve haciendo mi trabajo.
_Si claro, cortando leña_ le responde sarcástica.
De pronto cesan los aullidos. Al parecer se habían ido o se habían cansado de esperar. Ella suspira de pronto melancólicamente y se sienta en el sofá.
_Es increíble, cosa de locos, abstracto.
_Irreal…_ termina él la frase.
_Sí, precisamente eso. No puede negarme que es normal todo lo que pasa en este lugar_ expresa convencida de ello.
_ ¿Qué le persigan lobos? O, ¿qué se halla encontrado conmigo?_ la interroga buscando perderse en su mirada.
_Todo. Todo es extraño, usted…_ no puede terminar la frase cuando él le ha cortado para continuar diciendo…
_Ahora eres tú quién me habla formal.
_Sí, vale tienes razón_ corrige_. Tú, no eres normal, veo cosas que se salen de la realidad, esos lobos, la cabaña en la que vivo durante estos días, esa voz que me susurra en la noche…
_Tú no crees en ella, ¿verdad?_ le pregunta.
_No. No claro.
_ ¡Lo ves!_ grita de pronto_. Entonces para qué te preocupas tanto por la voz, por mí, por los lobos, si no crees en ello_ añade como si se sintiese ofendido por todo eso.
_ ¿Debería?_ pregunta ingenua_. No entiendo, creo que voy a volverme loca.
_No sé porque estás aquí, no lo entiendo.
De pronto se muestra cabizbajo volviéndose hacia la ventana con la mirada acuosa, brillosa que la invade de pronto llenándola de un extraño sentimiento de culpabilidad que no llega a entender, pudiendo percibir su malestar. Entonces al perderse en su mirada de pronto, le llega un ahogado grito desesperado que puede sentir desde el interior de su alma a través de sus ojos, justo cuando parece oscurecer el día. Puede tanto esa sensación calar en sus huesos, que le brotan lágrimas sin esperarlo.
_El lamento que surge en la noche, que envuelve mis sentidos, que pide auxilio desesperadamente… lo vi, lo leí en tus ojos. ¿Es eso posible?_ dice en alto sin poder retirar la mirada absorta en la suya.
_ ¿Lo has visto? ¿Pudiste verla?_ interroga con tono tenue y apagado.
_Sí, bueno anoche_ comenta_. Se hizo visible y pude captar una especie de sombra…
_Sombras negras…_ repite él con tono bucólico.
_Sé que no lo imaginé, era real, de verdad_ seguía explicando como si no lo hubiese oído pronunciar
palabra.
_Crees en ello_ le dice convencido_, dentro de ti, crees en todas estas cosas, en esas supuestas fantasías de las que hablas y escribes, aunque te lo niegas, no sé por qué_ añade explicativo, orientando sus ideas, como haciéndole ver la luz, mientras parece emocionado por ello.
_Es loable que quiera negarlas, podrían encerrarme por ello_ le explica como derrotada, como si al expresar eso le llevara más allá de un recuerdo lejano.
_Mira dentro de tu corazón, busca la verdad y no te niegues a ella_ le aconseja como si fuese su mejor amigo.
Entonces ella siente palpitar su corazón como si sufriese de pronto, como si la llevase a un viaje por la mente para conducirla a un recuerdo oculto y lejano de su celebro, algo de lo que ya no quería acordarse. Camina como abstraída por esa sombra de su pasado hacia la ventana, él la sigue y se coloca tras ella mientras ella se abre a él relatando una faceta de su vida, una experiencia vivida y que quería recordar.
_Yo era muy joven cuando se la llevaron. No podía reprimir mis ansias de gritar, de llamarla, de pegar a mi padre puñetazos en su vientre mientras dejaba que se la llevasen aquellos hombres de blanco.
_ ¿Era tu madre?_ le pregunta con tono triste, consternado por ella.
_Sí_ responde con la mirada perdida_. Era la mejor madre del mundo, me quería, me protegía y me cuidaba muy bien_ confiesa como orgullosa de haber tenido la mejor madre del mundo_. Un día comenzó a explicarme cosas que para mí eran meras fantasías, típicas de los cuentos, cuentos que me relataba a la hora de dormir, otras historias que eran más delicadas, más terroríficas, pero yo les daba la importancia que se merecían. En cambio él, no, no lo hacía, se ponía duro con ella y le regañaba como si fuese una niña pequeña a la que a hecho algo muy malo y que no puede volver a hacer lo mismo. Yo lloraba cuando les oía gritar por ello, entonces le decía a mi madre que no me contase nada más, que no pasaba nada porque no me contase cuentos, que había madres que no lo hacían, que solo quería que mi padre no la regañase más. Ella me sonreía, me acariciaba y me decía, que tenía que hacerlo, que debía saber sobre la existencia de esa otra puerta a la que estaba predestinada a cruzar. No lo entendía, para mí era normal todo eso, pensaba en la capacidad mental que tenía ella para crear esas historias, pensaba que era la mejor madre del mundo, la única en pintar en su mente tantas escenas fantásticas. Le decía que yo podía escribirlas mientras las relataba, pero a escondidas de mi padre que si las llegase a descubrir las quemaba sin remedio. Soñaba con que mi madre se hiciera la más exitosa de las escritoras, hubiese estado muy orgullosa de ello. Mi padre no lo aceptaba, se negaba y decía que estaba loca y me iba a contagiar su enfermedad. Un día les oí gritar cuando pensaban que yo no estaba, que había ido a jugar con mi vecina, entonces le oí decir que todo eso era verdad, que ella no era de este mundo real y que había venido desde al otro lado de esa realidad y que ahora reclamaban su descendencia. Eso enarboló a mi padre y fue la gota que colmó el vaso, no lo soportó y llamó para que se la llevaran. No podía entenderlo, a mí no me afectaba nada su enfermedad, me gustaba todo lo que me contaba aunque ella creyese que todo era cierto a mí eso me daba igual, era feliz con su fantasía, no hacía daño a nadie. Él no lo comprendía_ suspira un instante y se vuelve buscando su mirada, por un momento se hace el silencio.
_Por esa razón te niegas a creer en lo que ves y oyes, crees que la enfermedad de tu madre te ha poseído también_ comenta aclarativo.
Ella hace un gesto de conformidad poniendo lágrimas en sus ojos y mostrando una terrible tristeza que hace que él no pueda dejar de abrazarla. Llora desconsolada entre sus brazos fuertes que dan calor a sus sentimientos doloridos por el recuerdo.
_Ellos saben que estás aquí_ dice de pronto, haciéndola sentir extraña_. Vienen a por ti.
_ ¿Por qué?_ interroga indecisa.
_Porque tú eres la llave de su destrucción_ dice conciso_. Es tu destino, él te trajo hasta aquí.
_Entonces es cierto, hay algo oscuro en todo esto. Algo que desconozco pero que presiento. No sé que tengo qué hacer.
_Debes explicarme todo lo que recuerdas, cosas que te contó tu madre, alguna clave que pueda servirnos para que puedas dar el primer paso y no te pille el peligro desprevenida.
_Y esa sombra que auxilia y me busca, ¿quién es?_ pregunta.
_La voz de tu pasado que aclama tu ayuda, la voz de tu gente que necesita ser salvados por ti.